¡Bienvenidos, paisanos y paisanas, a este rinconcito digital donde vamos a hablar de algo que nos toca a todos, pero que a veces nos da risa y otras molestia – la diversidad de ser venezolano y cómo a veces, por ser muy blanco o hablar "muy raro", te miran como si fueras un alienígena que se cayó de una arepa voladora!
Aquí en Venezuela, donde la mezcla cultural es más rica que el mejor café de los Andes, la pregunta "¿Eres de verdad venezolano?" puede resonar más fuerte que una gaita en diciembre. Somos un país tan diverso como los colores de una bandera en un desfile de carnaval en El Callao, pero parece que algunos no entienden que en Venezuela, la identidad no está pintada con un solo color.
Empecemos por el tema del color de piel. Aquí, si eres más blanco que un papel, te pueden mirar con esa cara de "¿Tú de dónde sacaste ese tono, pana?". Porque ser "catire" aquí no te hace menos venezolano que aquel que tiene la piel tostada por el sol del Caribe. Venezuela es un país donde la diversidad es la reina, y los tonos de piel son tan variados como las playas de la isla de Margarita. Una amiga mía, de Mérida, blanca como la nieve del Pico Bolívar, fue a Ecuador y por allá le decían que era chilena o argentina. ¡Qué vaina, no? Su acento, tan distinto como una danza andina, no encajaba en el molde de lo que esperaban del hablar venezolano.
Y hablando de acentos, aquí cada estado tiene su propio ritmo, su propia melodía. Imagínate que el único venezolano que algunos extranjeros conocen es el que habla como si estuviera cantando un joropo o una gaita marabina. Pero Venezuela no es solo eso. Aquí tienes el acento caraqueño, que es más neutro que un árbitro en un partido de fútbol, el zuliaño, que te pone a bailar sin querer, o el oriental, que suena a brisa fresca de la costa. Cada uno es un pedazo de nuestra identidad, y aunque no todos suenen a la misma orquesta, todos son parte de la gran sinfonía venezolana.
La mezcla cultural en Venezuela es como una empanada: cada uno aporta su ingrediente especial. Tenemos de todo, desde aquellos que parecen haber salido de una película europea hasta los que tienen rasgos más indígenas que un chamán en el Amazonas. Y esa mezcla, esa diversidad, es lo que nos hace únicos. Venezuela es un país donde la descendencia española, italiana, africana, indígena y hasta asiática se ha fusionado, creando un mosaico humano tan rico como una bandeja de tequeños en una fiesta.
Entonces, si alguna vez te han mirado con esa cara de "¿Seguro que eres de aquí?", diles que sí, que somos más venezolanos que la misma salsa de ají dulce sobre un pabellón. En Venezuela, no hay un solo molde para ser "venezolano". Somos un país de contrastes, donde el blanco puede ser tan venezolano como el moreno, y donde el hablar con un acento que no sea el típico maracucho o llanero no te hace menos criollo.
Y eso de que hablamos diferente, ¿qué es eso? En Venezuela, cada región tiene su jerga, sus chistes, sus dichos. Los maracuchos con su "ñe", los caraqueños con su "chamo", los orientales con su "pana" y los llaneros con sus cuentos tan largos como el Orinoco. Aquí, la forma de hablar es una celebración de nuestra diversidad, no un motivo de duda sobre nuestra nacionalidad.
Si te han dicho que no pareces venezolano por tu piel clara o por tu manera de hablar, recuerda que aquí, en este país, ser venezolano es mucho más que un color de piel o un acento; es una actitud, una forma de vida, un sabor que se siente en el alma. Es llevar a Venezuela en cada poro, en cada gesto, en cada "buenísimo" y "vámonos pa' fuera".
Aquí, ser blanco no te hace menos venezolano, y hablar con un acento "raro" solo te hace parte de nuestra gran diversidad. Somos el país del arepero que puede ser tan blanco como un catire del Táchira o tan moreno como un pescador de La Vela de Coro. Somos la tierra donde los descendientes de canarios, italianos, portugueses, africanos y nativos han creado una cultura tan rica y diversa que nos hace únicos en el mundo.
Así que, si alguna vez te encuentras en esa situación incómoda donde alguien duda de tu venezolanidad, dales un buen "No joda, brutos de mierda", o mejor aún, invítalos a un café con una buena conversa para que entiendan que ser venezolano es mucho más que lo que se ve a simple vista. Es un sentimiento, una tradición, una lucha compartida y un orgullo que llevamos con nosotros, sin importar el color o el acento.
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